Durante mis recientes gaditanas vacaciones visite el conjunto arqueológico de la antigua ciudad romana de Baelo Claudia, situada en la Ensenada de Bolonia al noroeste de Tarifa, en la provincia de Cádiz, España. Baelo tenía y tiene un enclave privilegiado. Está situada frente al mar en una larga playa que finaliza en un monumento natural, la duna de Bolonia, una consecuencia de los vientos de levante que la han alzado hasta los 30 metros de altura.
Durante la visita tomo consciencia del profundo interés que han tenido los signos distintivos en la actividad comercial del hombre y de lo importante que historicamente ha sido identificar la procedencia de los productos.
La ciudad romana de Baelo Claudia nace a finales del siglo II a. C. sobre un asentamiento fenicio-púnico y su existencia se relaciona con el comercio, especialmente con el norte de África. La pesca y la industria de salazón y el garum (una apreciada salsa derivada del mismo) eran sus principales fuentes de riqueza. Sus ciudadanos destacaban por utilizar con maestría la técnica de pesca de la almadraba y por sus exquisitos salazones.
En este entorno surgieron las primeras asociaciones de almadraberos, que en el siglo I d.C. imprimían ya en sus ánforas las iniciales SCG (Societas Cetariorum Gaditanorum) como elemento diferenciador e indicativo de la excelencia de los productos que creaban.
Las iniciales SCG se usaban por tanto de forma análoga a nuestras actuales denominaciones de origen o denominaciones geográficas protegidas. Además, desde entonces hasta hoy poco ha cambiado en la esencia de la manufactura de las salazones. Actualmente existe la Asociación Andaluza de Fabricantes de Salazones, Ahumados y otros Transformados Primarios de la Pesca, quienes utilizan la marca registrada en España M 2772950 para identificarse.
Adicionalmente cada unos de los miembros de esta asociación usa su propia marca registrada para diferenciar sus productos y, vistas las analogías, no es descabellado pensar que también lo hicieran sus antecesores en Baelo.
